viernes, 2 de octubre de 2009

CRÍTICA DIARIO LA NACIÓN

Por Susana Freire

El sueño, la esperanza, el objetivo de vivir en un país cada vez mejor, en paz y en armonía, con una clase dirigente competente, idónea y honesta y en una democracia estable son una constante en la humanidad. Para eso habría que suprimir la ambición desmedida de poder y reemplazarla por una mayor dosis de amor. En el pasado hubo devastación, corrupción y violencia; la hay en el presente y se teme que en el futuro ya no quede nada por destruir, salvo que unos pocos elegidos se recluyan y decidan formar una nueva sociedad.

Este es el punto de partida de El conejo . A causa de un estallido social, los sobrevivientes deben vivir escondidos en búnkeres. En la superficie sólo hay lluvias ácidas y nada más. No hay mayor desolación que la falta de seres humanos en el marco de la naturaleza.

En ese ambiente social, aparece un mesías: el conejo. Un ser muy especial, carismático, con una fórmula para la felicidad, que no siempre es efectiva. Sobre las profecías de este personaje se intenta construir un nuevo mundo que es muy difícil de sostener. Surgen la violencia, el rencor, el deseo de venganza, el liderazgo, que amenazan con matar todas las ilusiones.

Para contar esta historia que cuenta con el crédito de estar realizada por gente joven, con una mirada fresca y renovada, los autores escogieron el género musical. Este recurso le da otra dimensión al drama y lo coloca en un nivel donde, sin perder la seriedad del tema, se torna más digerible. Quizás una mayor síntesis hubiera logrado un tiempo más preciso, pero es interesante, por lo original, el planteo de la obra que no recurre a antecedentes dramatúrgicos.

El vestuario y las máscaras son joyas que engalanan la propuesta. Hay mucha creatividad en este rubro, tanto en el colorido como en la concepción. Finalmente, el trabajo de los actores se destaca por las condiciones que muestran para interpretar y cantar, un notable potencial que encontró su camino de expresión.

Nuestra opinión: Buena

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